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¿Cuánto hay que arriesgar para salvar una vida?



Kedoshim BORRADOR


Rabino Eliezer Shemtov


En la lectura de esta semana, Kedoshim [1], leemos la prohibición de “[...] No te quedes parado frente a la sangre de tu prójimo…”[2].


Rashi comenta: “Ver su muerte, estando tú en condiciones de salvarlo,” y trae unos ejemplos para ilustrar de qué se trata.


Hay que entender: es lógico decir que el objetivo de Rashi es explicar qué quiere decir “No te quedes parado”, que uno no debe quedar indiferente frente a la muerte de su prójimo. Pero, si se trata de una situación de presenciar al prójimo en peligro y uno tiene la posibilidad de salvarlo, ¿cuál es la novedad de la Torá con decirnos que no debemos omitir asistencia cuando estamos en condiciones de salvar una vida?


Rashi ejemplifica el caso: “por ejemplo, [el caso de] uno que se está ahogando en el río y un animal o asaltante lo está atacando”.


Hay que entender: 


  1. ¿Qué es lo que no se entiende con “alguien en peligro” como para necesitar ilustrar el caso con un ejemplo? 


  2. ¿Por qué utiliza Rashi un ejemplo tan específico? 


  3. Si bien el ejemplo que Rashi utiliza aparece en el Talmud y Sifrá, vemos que Rashi hace unos ajustes, cosa que afina más aún la precisión del ejemplo que trae:


    a. En el Talmud y Sifrá aparecen como tres ejemplos distintos: 1) uno que se está ahogando en el río; o 2) un animal lo está atacando; o 3) asaltantes lo están atacando. Rashi en su comentario los presenta como una combinación de dos posibles escenarios: mientras se esté ahogando lo atacan asaltantes o un animal.


    b. Rashi omite la mención o alusión a un animal salvaje, a diferencia de cómo aparece en las fuentes [Talmud, Sifrá].


    c. Rashi opta por el orden “animal o asaltante” como aparece en el Talmud, y no por la versión “asaltante o animal”, como aparece en Sifrá.


La explicación:


El objetivo de Rashi no es explicar el significado literal de las palabras —que hay que salvar a alguien que está en peligro— , sino quiere aclarar una anomalía en el texto: ¿por qué la Torá expresa nuestro deber de salvar una vida de una manera negativa —”no te quedes parado“ — en vez de positiva —“Debes salvar a tu prójimo”—? De esto se entiende que el objetivo del versículo no es enseñarnos que debemos salvar a un prójimo que se encuentra en peligro, sino enseñarnos algún detalle en cuanto a la manera de ejecutar dicho deber.


El detalle lo aprendemos de la expresión “no te quedes parado ante [el derramamiento de] la sangre de su prójimo”, que implica que se trata de un caso en el cual uno podría razonar que le correspondería quedarse quieto y no meterse. 


¿Cómo sería el caso? 


Cuando salvar la vida del prójimo que se encuentra en peligro implica poner la vida de uno mismo en peligro. En ese caso uno podría razonar que no tiene obligación —o hasta estaría prohibido— poner su vida en peligro para salvar la vida de otro. Para sacarnos de esa duda es que el versículo dice que dado que se trata de peligro de vida del prójimo uno no tiene derecho de quedarse quieto si tiene la posibilidad de salvarlo.


Por otro lado, si se trata de un peligro que pondría en riesgo el éxito de la misión misma, la lógica indicaría que uno no tiene la obligación de intentar salvarlo. 


 Y esta es la precisión en el comentario de Rashi: No te quedes quieto frente a la muerte de tu prójimo —aunque implica arriesgar tu propia seguridad— si estás claramente en condiciones de salvarlo. En el caso de que no está claro que tendrás éxito, no tienes obligación de arriesgar tu vida para quizás poder salvar al prójimo.


Con esto entenderemos la precisión en el ejemplo que Rashí trae para ilustrar el caso. La Torá nos prohíbe quedarnos quietos en un caso que reúne dos condiciones: 1) riesgo para el que presencia la situación del prójimo y 2) la salvación del prójimo es asegurada. 


Veamos los criterios específicos:


Rashi ha determinado en varias ocasiones que la Torá utiliza ejemplos de la actualidad. De esto se desprende que Rashi mismo también sigue ese criterio y cuando cita algún caso concreto para ilustrar algo, utiliza casos prácticos. Lo mismo ocurre en nuestro caso. Rashi utiliza el ejemplo de un caso cotidiano (especialmente según las normas de su época) en el cual el riesgo que uno asume al meterse a salvar al prójimo no pone en duda el éxito de la misión. 


Asaltantes y animales suelen atacar al hombre cuando se encuentra solo, aislado en el bosque. En ese caso no está claro que uno lo puede salvar; más bien la lógica indica que entraría en el mismo peligro. Es por eso que Rashi trae el ejemplo de peligro más común: “alguien ahogándose en el río”. En ese caso es muy probable que alguien que está en tierra firme lo pueda salvar, de una manera u otra. Y para ilustrar que se trata de una situación que implica riesgo para el que va a intentar salvarlo, Rashi utiliza el ejemplo de un caso en que un animal o asaltante lo está atacando. O sea, el peligro es externo a la misión y no parte de la misma misión (como sería en el caso de alguien que no sabe nadar y se tira a salvar al que se está ahogando…). Es seguro que uno podrá salvar al que se está ahogando y el riesgo es si después el asaltante o animal se enoja y ataca al que intervino a salvarlo. 


Ahora entendemos porque Rashi hace referencia a un “animal” y no a un “animal salvaje”. En primer lugar, es más natural encontrar animales no salvajes en ríos que se encuentran cerca de lugares poblados por seres humanos. Además, si se tratara de un animal salvaje, implicaría un peligro seguro para el que quiere intervenir para salvarlo y no tendría obligación de hacerlo. Dado que en nuestro caso se trata de un animal que normalmente no ataca a seres humanos, y lo hace aquí por tratarse de un ser humano vulnerable que no presenta peligro para el animal, es casi seguro que la intervención de un ser humano fuerte que no se está ahogando servirá para espantar al animal. 


El ejemplo de asaltante que Rashi trae a continuación sigue el criterio del animal que lo precede como ejemplo, o sea no salvaje, sino oportunista. Se trata de un asaltante que ataca a gente en situación de vulnerabilidad. Al aparecer alguien fuerte, lo más probable es que se escapará y no presentará riesgo ninguno al salvador. 


Un detalle más por el cual Rashi elige justamente ese escenario del ahogo: en el caso de que uno es atacado por un animal o asaltante en el bosque, dado que es un riesgo asumido por él al entrar al bosque solo y exponerse a ese peligro natural los bosques, un tercero no tiene obligación de asumir riesgos personales para intentar salvarlo, aunque la salvación esté asegurada. Solo debe intervenir si no corre riesgos personales.


Enseñanza práctica:


El Baal Shem Tov enseñó que todo lo que uno ve o escucha contiene una enseñanza para él en cuanto a su misión de vida, ya que Di-s no crea nada en vano, ni siquiera el encuentro del alguien con una situación determinada. 


Esta idea está insinuada también en el comentario de Rashi: “ver la muerte de tu prójimo y estás en condiciones de salvarlo”. Una cosa implica la otra. El mero hecho de que ves a tu amigo en situación de peligro implica que lo puedes salvar, porque si no fuera así ¿para que te lo hacen saber?


Esto se aplica también al ahogo espiritual de muchos de nuestros hermanos y hermanas hoy en día. Nos está prohibido quedarnos quietos ante semejante fenómeno. Cada uno de nosotros tenemos el deber y la capacidad de salvarlos. Y si alguien se va a achicar diciendo ¿quién soy yo? ¿Qué puedo hacer yo al respecto? La respuesta que aprendemos de Rashi es: “ver su muerte y puedes ayudarlo”. El mero hecho de que sepas del problema es prueba de que tú puedes hacer algo al respecto y que su salvación depende de tu intervención por medio de tu dedicación a la enseñanza de la Torá y las mitzvot y la difusión del judaísmo.  


Es nuestro esfuerzo mancomunado lo que acelerará la llegada del Mashíaj, el máximo maestro de Torá.


Síntesis de Likutei Sijot Vol. 32, págs. 120-126.


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  1. Levítico 19:1-20:27.

  2. ibid. 19:16

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